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22 de febrero de 2024

Tesis doctoral de Coral Herrera Gómez




¡Buenas noticias! La Universidad Carlos III de Madrid ya tiene mi tesis doctoral “La construcción sociocultural de la Realidad, del Género y del Amor Romántico”, publicada en su Biblioteca Digital. Obtuve un Sobresaliente Cum Lauden en 2009, y hasta ahora solo era posible consultarla en papel en Madrid. 

Desde hoy podeís leerla desde cualquier parte del mundo: 

https://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/40138






23 de mayo de 2023

Nuevo libro de Coral Herrera Gómez, este fin de semana en la Feria del Libro de Madrid






¡Ya puedo mostraros la portada de mi nuevo libro! Hoy salió de imprenta y mañana empieza a distribuirse en librerías, aunque la fecha de lanzamiento oficial es el 5 de junio.  

Aquí tenéis mi primer libro para adolescentes y jóvenes sobre el amor, el octavo que publico en España. 

💙💙💙💙💙


El viernes llega a la Feria del Libro de Madrid, estaré firmando ejemplares el sábado y el domingo desde las 12 en la caseta 192 de la editorial Catarata.






En España podéis ver en Todos tus Libros qué librerías son las primeras en tenerlo, y te mandan un mail para avisarte.

Fuera de España, está en preventa en Amazon, en papel y en Kindle.


Aquí podéis verlo en la web de la Editorial Catarata, que más adelante lo publicará en formato ebook.


Y aquí puedes ver todos mis libros,

¡muchas gracias a todas y a todos!




 

9 de marzo de 2023

Atrevidas que transforman



Muy contenta de anunciaros que salgo en este libro de entrevistas a mujeres realizado por Susana Reina y Alejandra Watts de la organización Feminismo Inc de Venezuela. 

Somos 55 mujeres de toda América Latina y España, 

 podéis descargaros gratuitamente el ebook aquí, en Feminismo Inc.


20 de enero de 2023

Masculinidades No Violentas. Herramientas metodológicas para el trabajo con adolescentes.




Aquí os presento mi Guía "Masculinidades No Violentas. Herramientas metodológicas para el trabajo con adolescentes", elaborada junto con Irene Negrín León y Diana Pérez Saavedra y publicada por la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias. 

Se trata de una reedición adaptada a la realidad canaria de la primera guía editada en 2019. La guía ofrece hasta 10 fichas para abordar diferentes temas como el amor romántico, el patriarcado, el feminismo, las relaciones de pareja o la inteligencia emocional. Además, incluye una ficha evaluativa y de seguimiento de cada sesión que tienen como objetivo conocer los aspectos a resaltar o las dificultades de ejecución, lo que permitirá mejorar las fichas en próximas ediciones.

Como se argumenta en la guía, las actividades se fundamentan en poner la filosofía de los cuidados en el centro para ayudar a construir relaciones basadas en los buenos tratos y el respeto mutuo, incidir en la resolución de conflictos, visibilizar que la violencia no es solo física, trabajar la autoestima, desprenderse de los miedos y trabajar la diversidad para vivir su sexualidad y sentimientos en libertad, entre otros.

Cada ficha se compone por dos lecturas y dos dinámicas que se pueden realizar en dos sesiones de aproximadamente una hora y media cada una. En cada herramienta se establecen una serie de indicaciones que determinan el orden de trabajo, así como la población juvenil destinataria recomendada y su formato de trabajo, en grupo grande o pequeño y con la opción de dividir el grupo por sexo y género, trabajando el mismo material. 


Podéis descargarla gratuitamente aquí. 


Otras publicaciones digitales de Coral Herrera Gómez: 



Mamá se va de viaje. Cuento Infantil y Guía Didáctica

Autora: Coral Herrera Gómez

Ilustración, diseño y maquetación: Jorge Morales Carbonell

Guía Didáctica: Coral Herrera Gómez e Isabel Roda García

Coordinado por: Getting Better

Publicado por: Ayuntamiento de Humanes

Madrid, abril de 2021

Leer y descargar gratis aquí





Masculinidades no violentas: guía de recursos para trabajar con menores,

Instituto Canario de Igualdad, Tenerife, 2020.
 
Podéis pedirlo en papel y lo tenéis en la web para descargar gratis. 



14 de septiembre de 2022

Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja




Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja 

Coral Herrera Gómez, doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual. 


Este capítulo forma parte del libro: Hombres, Masculinidad (es) e Igualdad , coordinado por Bakea Alonso e Isabel Tajahuerce, de la Editorial Aranzadi.

En él colaboran también Beatriz Ranea Triviño, Octavio Salazar , Jordi Cascales, Krizia Nardini, Miguel Lázaro, Beatriz Gimeno, Virginia Carrera Garrosa, Edurne Nieves Aranguren Vigo, Anastasia Téllez, y Magdalena Suarez.

En este capítulo vamos a tratar de responder a la pregunta: ¿es posible construir relaciones sanas e igualitarias, basadas en la libertad, el respeto, el apoyo mutuo, la solidaridad, el disfrute y los cuidados?, ¿es posible que los seres humanos podamos llegar algún día a acabar con el sufrimiento romántico y la violencia machista?, ¿cómo transformar el amor y aprender a querernos bien?. ¿qué cambios necesitamos para poder disfrutar del sexo y del amor en pareja?, ¿qué cambios necesitan hacer los hombres para poder construir relaciones igualitarias, libres de abuso y explotación?


Educación para el amor y los cuidados 

La primera cuestión para abordar el tema es entender por qué nos resulta tan difícil querernos, y cuales son las diferencias de la educación sentimental que recibimos hombres y mujeres, y la relación que tenemos con el amor romántico. 

Los hombres reciben una educación emocional diferente a la de las mujeres. La única emoción que pueden permitirse mostrar es la ira y la rabia. Todo lo demás está prohibido para ellos , excepto en el campo de juego cuando meten un gol. Fuera de él, cuando los hombres se atreven a expresar otras emociones, reciben las burlas y los comentarios humillantes de todos los hombres a su alrededor: un hombre debe ser duro, ocultar y reprimir sus emociones, y rechazar todo aquello que tenga que ver con las mujeres. 

El amor es cosa de mujeres. La ternura, el cariño, la sensibilidad, los cuidados, las muestras de afecto son cosas de mujeres. Todo lo que sostiene a esta sociedad: los cuidados, el amor, la solidaridad, las muestras de afecto y de cariño, tiene muy poco valor porque se consideran cuestiones femeninas. Todo lo que tiene que ver con nosotras carece de importancia y de valor: lo que de verdad importa en nuestra sociedad es la capacidad de acumular poder y riquezas,para destruir, dominar y someter, para aniquilar y para utilizar a los demás en beneficio propio. 

Son los valores del capitalismo unidos a los del patriarcado: a las niñas les hacemos creer que han venido al mundo a cuidar a los demás, y que las necesidades de los hombres son prioritarias, y  superiores a las necesidades propias. Desde pequeñitas, las niñas somos engañadas con la idea de que hemos venido al mundo a complacer, a amar y a servir a los hombres. 

Desde su más tierna infancia, el patriarcado educa a los varones para que valoren y defiendan su libertad, y a nosotras nos educan para que pongamos el amor romántico en el centro de nuestras vidas. A ellos les hacen creer que siempre habrá una mujer cuidándolos: primero mamá, luego la esposa. Y a nosotras, nos hacen creer que nacimos para cuidar a nuestros padres, hermanos, maridos e hijos. El papel de ellos es recibir cuidados, el nuestro, darlos. 

Pese a que hemos avanzado mucho en estas últimas décadas, las niñas siguen recibiendo mensajes contradictorios. Por una lado les pedimos que estudien y trabajen, y tengan su propio proyecto de vida, pero por otro seguimos contándoles los mismos cuentos de siempre para que sean adictas a las historias románticas y para que desarrollen una fe ciega en el paraíso del amor. El mito  romántico sigue teniendo un impacto descomunal en la construcción de la identidad femenina, y todas las niñas que no se someten a los mandatos de género son castigadas socialmente. 

¿Cómo castigamos a las desobedientes? Con comentarios cargados de reproches, y preguntas cargadas de mandatos: ¿cuando te echas novio?, ahora que tienes novio, ¿cuando te casas?, ahora que te has casado, ¿cuando tienes hijos?, ahora que tienes un hijo, ¿para cuando la parejita?. La presión social para que las niñas se casen y formen una familia feliz sigue siendo tan fuerte como hace un siglo. También las críticas hacia las que no obedecen los mandatos de género son brutales: Una mujer cuya meta vital no sea el matrimonio ni la maternidad es señalada como rara, considerada una oveja negra, y una proyecto de persona fracasada, incluso en las familias más modernas y abiertas. 

Esta presión social que reciben las mujeres que no se amoldan al estereotipo y al rol tradicional del heteropatriarcado demuestra que aún nos queda muchísimo por hacer. La sociedad no soporta a las mujeres libres, a las desobedientes, ni a las que se desvían de la norma. Todas ellas reciben muestras de rechazo por parte de su comunidad, y presiones variadas hasta que salen de su etapa fértil. 

En cambio a los hombres no se les presiona. A los hombres se les seduce con la idea de que si se casan, podrán llevar una doble vida (con los privilegios del hombre casado y del hombre soltero a la vez), y podrán vivir como reyes, con una cuidadora fiel y entregada que asumirá sus responsabilidades y obligaciones en el hogar y en la crianza. 

Desde muy pequeños les enseñamos a clasificar a las mujeres en dos categorías: las buenas y las malas. Las buenas son las mujeres que cumplen con el estereotipo y el mito de la princesa. Una mujer que pone en el centro de su vida el amor romántico, y que dedica todo su tiempo, energía y recursos en esperar a ser elegida por el príncipe azul. Una vez que lo logre, encontrará las puertas del paraíso: un enorme palacio en el que tendrá que vivir sola esperando a que su amado regrese de vivir sus aventuras. 

Como Penélope esperó a Ulises durante 30 años. 

Las princesas son mujeres sumisas, discretas, dulces, alegres, bondadosas, empáticas, generosas y altruistas. Son mujeres que no existen: no tienen pasado sexual ni amoroso, nunca piensan en sí mismas, y siempre están dispuestas a sacrificarse por los demás: su marido, sus padres, sus hijos, y demás hombres de la familia. 

Las princesas no se quejan, no tienen deseos propios, no tienen proyectos de vida más allá de cuidar a su amado y su prole hasta el fin de sus días. Las princesas son elegantes, cuidan su imagen física, se mantienen en forma, tienen la piel clara y el cabello rubio, son mujeres especiales que destacan por encima de las demás. 

Las mujeres buenas son las adecuadas para asentar la cabeza y formar una familia, las malas en cambio son las mujeres de usar y tirar. Las mujeres libres que tienen deseo sexual y disfrutan del sexo sin miedo y sin culpa, son señaladas por el patriarcado como mujeres malvadas, interesadas, manipuladoras, perversas, degeneradas, locas, desobedientes, salvajes e irracionales. 

Así funcionan las etiquetas del patriarcado, que les dice a los hombres que las buenas son respetables, y las malas no merecen respeto. Unas pertenecen a un hombre, y las otras a todos porque no tienen dueño. 

Los hombres creen que hay muy pocas “mujeres buenas”, y por eso se lo piensan muy bien antes de vincularse y comprometerse emocionalmente . Desconfían de las mujeres porque en el imaginario colectivo del patriarcado, persiste el miedo y el odio a las mujeres indomables que no se dejan domesticar ni someter. 

A los niños no les educamos para que se relacionen con las mujeres como compañeras. Nosotras somos siempre “las otras”, y de alguna manera, cuanto más desconfían de nosotras, más difícil les resulta tratarnos como a iguales: en la “guerra del amor”, somos las “enemigas” de las que deben defenderse. 

El patriarcado nos muestra a las mujeres como seres caprichosos con estados de ánimo cambiantes.   Son muchos los personajes de ficción que declaran no entender en absoluto a las mujeres, o que hablan en sus tramas de lo raras que somos y lo difícil que resulta relacionarse con nosotras. Somos incomprensibles porque no nos escuchan.

El miedo al poder de las mujeres es lo que ha construido el sistema defensivo de la masculinidad hegemónica patriarcal. Ya lo decía Eduardo Galeano: “El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”. Sobre este miedo a las mujeres libres se ha edificado todo el imaginario colectivo en torno a la feminidad: nos han hecho creer que las mujeres que obedecen los mandatos del patriarcado van al cielo, y todas las demás, vamos al infierno. 

¿Por qué tanto miedo a la libertad y al poder de las mujeres? Porque a los hombres les educamos para que luchen por ascender en la jerarquía social, y para que se dominen unos a otros. Es un sistema muy competitivo en el cual ninguno de ellos debe dejarse dominar por las mujeres, pero sí por los demás hombres: cada uno de ellos tienen a otros por encima y por debajo, y van alternando sus posiciones de poder según con quién se relacionan. Por eso se someten al superior en el ejército, en la empresa, en los cuerpos de seguridad del Estado, en las instituciones, en sus sindicatos, partidos políticos y asociaciones, pero todos tienen el premio de consolación: sea cual sea su grado de superioridad, en su casa mandan ellos. 



Impacto de los privilegios masculinos en las relaciones sentimentales 

Ni en las sociedades más democráticas los hombres han dejado de ejercer de reyes de sus hogares: la mayor parte de ellos tienen una o varias sirvientas a su disposición. Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una para él solo, gratis, las 24 horas del día, los 365 días de la semana. Su única obligación consiste en traer un salario a casa. Salario que a veces se gastan nada más salir de la fábrica o del campo de trabajo en fiestas, juegos, burdeles, apuestas y juergas varias. 

En los países más avanzados, los hombres están renunciando a algunos de sus privilegios y están “ayudando” en las tareas domésticas, de crianza y de cuidados. Sin embargo, las cifras sobre el uso del tiempo libre nos permiten entender que ellos siguen gozando del doble de tiempo libre que las mujeres. 

Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2012 del Banco Mundial, en nuestro planeta las mujeres emplean 5,10 horas a los cuidados del hogar y las personas de su familia, y los hombres una media de 2 horas al día. En los países menos avanzados, las mujeres dedican, según el Informe de Oxfam, unas 14 horas al día a las labores de cuidados esenciales, y en total todo el tiempo que dedicamos las mujeres a trabajar gratis tiene un valor de 11 billones de dólares. 

¿Qué implican estas cifras? Que los hombres, en casi todos los países del mundo, tienen más tiempo para cuidarse, hacer ejercicio físico, dedicarse a sus pasiones, disfrutar de su gente querida, tener amantes y amigas, prepararse unas oposiciones, consolidar o adquirir nuevos idiomas, hacer masters o doctorados, o invertir en su carrera profesional.  

Y mientras, las mujeres, vivimos con una doble jornada laboral que daña nuestra salud mental, emocional y física: la sobrecarga de trabajo dentro y fuera de casa nos mantiene agotadas, pero también presas. Nos prometieron que el trabajo remunerado nos haría libres, pero la realidad es que como los hombres nunca se incorporaron masivamente al trabajo de cuidados, nosotras nos vimos atrapadas en dos trabajos, y condenadas a la precariedad. En España se estima que el 52 por ciento de las mujeres al frente de una familia monoparental se encuentran excluidas del mercado laboral o trabajan en condiciones de precariedad, ya que el cuidado de los hijos y la falta de medidas de conciliación les impide optar a empleos con mayores jornadas e ingresos, según datos del Informe “Más solas que nunca” de la ONG “Save the children” en 2020. 

¿Es posible, en estas condiciones, que las relaciones heterosexuales puedan llegar a ser igualitarias?  Obviamente, no. 

Para asegurar la autonomía económica de las mujeres, habría que transformar el sistema entero para garantizar el derecho a tener ingresos de todas las mujeres. No es posible construir una relación sana desde la dependencia.

Pero además, los cambios políticos tendrían que hacerse también en todos y cada uno de los hogares.  

En principio el problema parece fácil de resolver: se trataría de que los hombres renunciasen privilegio de tener una asistenta personal que hiciese de criada, y se implicasen en las tareas de cuidados (de sí mismos, de sus familiares, de su hogar, y del planeta).



La monogamia femenina y la honestidad masculina 

Sin embargo, resulta más complicado que los hombres renuncien al privilegio que les permite tener una doble vida: una como respetable padre de familia, y otra como juvenil soltero de oro. Uno de los mitos fundamentales del amor romántico es la monogamia, un sistema de exclusividad sexual pensado sólo para nosotras. La doble moral disculpa a los hombres y culpa a las mujeres de las infidelidades masculinas: nosotras somos las que no vigilamos a nuestros maridos, o las que tentamos a los hombres para robarles los maridos a las otras. Según la doble moral del patriarcado, ellos son simplemente animales con un apetito sexual inconmensurable que les convierte en víctimas de nuestros caprichos. 

La doble moral condena a las mujeres adúlteras al ostracismo o a la muerte: incluso en los países en los que ya no es legal asesinar a tu esposa infiel, muchas mujeres siguen muriendo a manos de sus esposos sólo por el hecho de ser sospechosa de adulterio. Sin embargo, el castigo para las “canitas al aire” de los hombres, sigue siendo leve: duermen tres días en el sofá de su casa y después son perdonados y pueden regresar al lecho conyugal. 

Los hombres siempre han gozado de una vida sexual y amorosa diversa, gratis o de pago. A la vista están los aparcamientos de los burdeles que hay en todos los pueblos, carreteras y barrios de ciudades de España, repletos de vehículos de hombres casados que rompen con las normas de la monogamia mientras sus mujeres esperan haciendo la cena en casa. 

La construcción de la masculinidad hegemónica se basa fundamentalmente en la deshonestidad: los hombres no podrían vivir sus dobles vidas si fuesen sinceros con sus compañeras, y con el resto de su entorno familiar y afectivo. Ser honesto y disfrutar de sus privilegios es completamente imposible: los hombres se ven forzados a firmar un contrato monogámico para asegurarse de que sus esposas van a ser leales y fieles al compromiso. Pero esto no implica que ellos tengan que serlo también. 

Porque en nuestro imaginario colectivo, los hombres de verdad son hombres con capacidad para dominar su entorno (o el mundo), para conquistar mujeres, y para sembrar el mundo de hijos. Estas son las tres leyes principales de la masculinidad patriarcal, junto con la ley de la libertad: casados o solteros, los hombres nacen y mueren libres. 

¿Cómo lograr que los hombres desobedezcan estas leyes, y desmonten estas estructuras de relación con las mujeres? Es complicado, porque los cambios generalmente se producen como consecuencia de una necesidad, ¿y qué necesidad tienen los hombres de cambiar, si les va bien tal y como estamos?

Los hombres tienen a su disposición millones de mujeres hermosas dispuestas a amar, y a darlo todo con tal de tener pareja. En todos los países del mundo, las mujeres han sido educadas para ser adictas al amor, para buscar a su príncipe azul, para entregarse por completo y sufrir por amor. Muchas mujeres sufren una baja autoestima y una gran dependencia emocional, y muchas creen que son mitades incompletas que necesitan a un hombre en sus vidas para ser felices. 

Son muchos años consumiendo canciones románticas, novelas, cuentos, películas, series, cómics, revistas, y productos que perpetúan el mito del amor romántico, los estereotipos y roles de género, y muchos años de terapia los que se precisan para recuperarse de la estafa romántica. 

Casi todas las niñas, gracias a los dibujos animados y los juguetes de la infancia, sueñan con ser salvadas y mantenidas por un príncipe azul, y se ven a sí mismas como futuras princesas. Cuando se dan cuenta de que en realidad son sirvientas a disposición de un hombre, entonces el mito cae por sí solo. Algunas se rebelan, y otras se hunden: la decepción y la frustración requieren de mucho trabajo personal, y en ocasiones, de apoyo terapéutico. 

Cuando las mujeres podamos liberarnos del mito y aprendamos a cuidarnos, entonces quizás los hombres se vean obligados a cambiar su forma de relacionarse. Si logramos trabajar nuestra autonomía emocional y económica, y elevar nuestros niveles de autoestima, entonces no estaremos dispuestas a vivir el engaño de la monogamia, ni a cuidar de por vida a un rey. 

El feminismo lleva muchos años luchando por la liberación de las mujeres, pero nuestra cultura patriarcal sigue educando a nuestros niños y niñas para que aprendan a ser hombres y mujeres tradicionales, y para que aprendan a relacionarse entre ellos con las mismas estructuras que sus abuelos y abuelas. 

Es necesaria entonces una revolución amorosa, tanto educativa como cultural, que nos permita transformar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos. 



La revolución amorosa, paso a paso

La base del patriarcado es el trabajo gratis de las mujeres, y su explotación emocional, sexual, laboral, reproductiva y doméstica. 

Sin el amor y los cuidados de las mujeres, nuestro sistema no podría funcionar. Así que uno de los primeros pasos para acabar con el patriarcado consistiría en cambiar nuestro modelo productivo para poner en el centro los cuidados, de manera que fueran una responsabilidad social compartida por todos los miembros de la sociedad. 

Podríamos empezar con las instituciones educativas para que pusieran los cuidados en el centro: uno de los pilares de la educación sería enseñar a los niños y a las niñas a cuidarse a sí mismas, a cuidar a los demás, a cuidar sus hogares y los espacios en los que estudian, trabajan y se divierten, a cuidar la naturaleza,  los demás seres vivos y el planeta. 

¿Cómo educar a los hombres para que aprendan a relacionarse desde la igualdad y puedan construir relaciones libres de explotación y violencia? Proporcionándoles herramientas para aprender las artes de la comunicación no violenta, para gestionar sus emociones, para desarrollar la empatía y la ternura, para resolver conflictos sin violencia, para controlar su ego y subir su autoestima, para aprender a tratarnos bien incluso cuando dejamos de querernos. 

Es decir, el cambio educativo supondría abandonar la filosofía competitiva del “sálvese quién pueda” y de “el pez grande se come al chico”, para abrazar la filosofía de los cuidados, basada en la igualdad, el apoyo mutuo, la empatía y la solidaridad. 

Además, tendríamos que tener también las herramientas para aprender a usar nuestro poder de manera que no haga daño a nadie, es decir, usar nuestro poder no sólo para el beneficio propio, sino orientado al Bien Común. 

Hombres y mujeres podríamos adquirir las habilidades necesarias para entrenar en el arte de la autocrítica amorosa, que nos permitirían entender qué es el patriarcado, cómo lo sufrimos y cómo lo ejercemos, y nos permitiría también trabajar juntos para liberarnos de la estructura opresiva y de las jerarquías que utilizamos para explotarnos los unos a los otros. 

El cambio educativo tendría que venir de la mano con el cambio cultural. Ahora mismo los héroes de nuestra cultura son hombres malvados que acaparan los recursos, y que explotan y hacen sufrir a miles de personas para poder acumular dinero y riquezas sin parar. La mayor parte de los héroes masculinos son asesinos, lo mismo los héroes para adultos que para niños. Son robots sin sentimientos y sin escrúpulos que aniquilan a sus enemigos y coleccionan mujeres como si fueran trofeos. So, en su mayoría, tipos traumados por algo que les pasó en su infancia, pero también egocéntricos, narcisistas, mentirosos, ambiciosos, mutilados emocionales que les hacen creer a los niños que para ser feliz hay que tener el poder. Son el ejemplo a seguir para todos los niños, y les muestran que el más violento es el que más poder acapara. Son héroes que jamás piensan en construir, sólo destruyen, jamás piensan en el Bien Común, sólo en el suyo propio.  

Los héroes son narcos, mafiosos, empresarios poderosos, militares, guerreros, policías, detectives. Nunca se elige como héroes a hombres que estén luchando por salvar el planeta de la contaminación y la destrucción, ni a hombres que se entregan en cuerpo y alma a luchar por los derechos de los seres vivos, los bosques, los animales o los derechos humanos. Los héroes son siempre mala gente: muy atractivos físicamente, pero sin ética ni principios. 

El cambio en las masculinidades está en manos de los productores de cultura y entretenimiento, que siguen obsesionados con reproducir los estereotipos y los mitos patriarcales a través de las princesas y los matones.

 ¿Cómo hacer para que empiecen a ofrecernos otros modelos de masculinidades no violentas y no dominantes, otros modelos de feminidad, otras tramas narrativas y otros finales felices? 

La única manera de hacerlo es a través de la educación. El cambio educativo no sólo transformaría nuestra cultura, también nuestras emociones, sentimientos y formas de relacionarnos. Si la base fundamental del amor de pareja fueran los cuidados mutuos, podríamos acabar con la explotación, el sufrimiento y la violencia romántica. 

Para liberar el amor del machismo y de toda su carga patriarcal, deberíamos poder desmontar la idea de que el amor y los cuidados son cosa de mujeres. Para que los niños y los adultos varones se atrevan a desobedecer el patriarcado,  tienen que entender el mundo en que vivimos: en las escuelas, institutos y universidades nos hablan mucho de capitalismo, pero apenas nos explican qué es el patriarcado. 

El sistema educativo debería poder explicar por qué ha pasado tantos años ocultando y silenciando a las mujeres, y por qué fueron expulsadas de todos los libros de texto. También debería ofrecer herramientas para entender por qué los medios de comunicación y las industrias culturales siguen cosificando o invisibilizando a las mujeres, y por qué siguen insistiendo en inocularnos los valores del patriarcado a través de los mitos. 

Es preciso explicar también los intereses económicos de todos los actores implicados en la perpetuación del patriarcado, y la manera en que nos aprovechamos todos y todas del trabajo esclavo o gratuito de las mujeres en el mundo. 

Una vez que tomemos conciencia, entonces podremos hacer el trabajo individual que necesitamos para llevar a cabo el cambio social. Como lo personal es político, hay que empezar desde uno mismo/a, y creo que una de las claves para contribuir a estos cambios es que podamos reconocer al policía patriarcal que habita dentro de cada una de nosotras y nosotros. El patriarcado interior no sólo nos oprime y nos somete, también lo utilizamos para oprimir y someter a los demás. 

Cuando podamos identificar esos valores patriarcales con los que nos han educado, entonces podremos empezar a liberarnos por dentro, y a despatriarcalizarlo todo: la masculinidad, el sexo, el amor, las relaciones que construimos, y nuestra forma de organizarnos. 

Despatriarcalizar la Ciencia, la Religión, la Comunicación, el Arte, la Justicia, las leyes, la economía, es tan importante como despatriarcalizar nuestras emociones y nuestras relaciones: todo lo que es personal es político, y viceversa.  

Si para cambiar el mundo necesitamos empezar el proceso de transformación en nosotros y nosotras mismas, entonces es fundamental que proporcionemos a los varones las herramientas que necesitan para tomar conciencia y para hacer autocrítica amorosa. 

Quizás en ese momento, los hombres puedan empezar a cuestionar la forma en que se relacionan con las mujeres de su vida, y puedan por fin empezar a renunciar a sus privilegios para poder tratar bien a sus madres, hermanas, vecinas, amigas, amantes, compañeras de trabajo y de estudios, y compañeras de vida. 

Es desde la empatía como los varones pueden tomar la decisión de quitarse la corona para relacionarse en igualdad, y para aprender a amar a las mujeres de su vida desde el respeto, la ternura y el compañerismo. 

La clave para el cambio está en transversalizar los valores del feminismo en la educación, el arte, la cultura, la comunicación, y en poner el centro los cuidados. Si enseñamos a las nuevas generaciones a cuidarse a sí mismos, los chicos no necesitarán una criada que les cuide. Si les enseñamos a relacionarse con las mujeres desde los cuidados mutuos, será más fácil para ellos relacionarse desde el buen trato y el respeto. Si les enseñamos a cuidar su hogar y su planeta, es posible que estemos a tiempo de salvarnos de la autodestrucción. 

Es fundamental, en este punto, entender que necesitamos nuevos héroes, hombres o seres fantásticos que sean capaces de utilizar sus habilidades emocionales y su inteligencia para resolver sus problemas, cumplir con sus misiones, o conseguir lo que quieren, lo que necesitan y desean. Así que debemos pedirle a los productores culturales que apuesten por otros relatos, otros modelos a seguir, otros finales felices. 

Sin los hombres, este cambio podría durar siglos. Necesitamos, pues, mucha coeducación y mucha sensibilización para poder involucrar a todos los varones en esta transformación de nuestra sociedad: los cambios personales son políticos, y lo romántico también es político. 

Para poder querernos bien, tenemos que desmontar la idea de que el amor es una guerra, y todos los mitos románticos que nos hacen creer que amar es sufrir, sacrificarse, renunciar, someterse y entregarse a un hombre. Es una labor ingente la que nos queda por hacer: desmitificar el amor romántico y transformar las masculinidades será una de las tareas principales de la revolución amorosa. 


Coral Herrera Gómez 



Puedes adquirir el libro y el ebook aquí. 

Mis libros para la Revolución Amorosa.


Artículos relacionados:

Prólogo del libro: Hombres que ya no hacen sufrir por amor






3 de junio de 2022

Hombres, masculinidades e igualdad




Estoy muy contenta de anunciaros que ya está en librerías y en ebook el libro sobre Masculinidades de varias autoras/es en el que he participado, publicado por la Universidad Complutense de Madrid 

 y coordinado por Bakea Alonso e Isabel Tajahuerce, 

en el que colaboran también Beatriz Ranea Triviño , Beatriz Gimeno , Octavio Salazar , Jordi Cascales, Krizia Nardini, Miguel Lázaro, Virginia Carrera Garrosa, Edurne Nieves Aranguren Vigo, Anastasia Téllez,  y Magdalena Suarez.

Podéis adquirirlo en ebook y en papel en todostuslibros.com

19 de noviembre de 2021

¿Cómo enamorar a una mujer para que te cuide toda la vida?

Ilustración de Señora Milton



"Niña, tú mejor no te cases ni tengas hijos", este extraño consejo lo recibí de algunas mujeres de mi entorno durante la niñez y la adolescencia. Me lo dijeron a solas, en susurros, como si fuera un secreto. Yo no comprendía, porque creía que la experiencia más hermosa que yo podía vivir como mujer era encontrar al amor de mi vida.
Ahora por fin lo entiendo todo.
¿A vosotras también os han dado este consejo en secreto? Rompamos el silencio, las mujeres tenemos que ayudarnos entre nosotras a quitarnos la venda de los ojos.
Mi nuevo post en el blog de Pikara Magazine en eldiario.es 

24 de julio de 2020

Definición de "Amor Romántico", por Coral Herrera





DEFINICIÓN DE AMOR ROMÁNTICO
Por Coral Herrera Gómez

El amor es una energía poderosa que mueve el mundo y nos ha permitido sobrevivir como especie. Dentro de ella hay muchos tipos de energías amorosas, y una de las más importantes es la del amor romántico, que podría definirse como el fenómeno químico, sexual, hormonal, político y cultural que atrae a los amantes entre sí bajo una intensidad descomunal, y que cuando es correspondido nos hace vivir una experiencia alucinógena que nos conecta directamente con el Cosmos. 

El amor romántico es una construcción cultural y social, un mito que se consolidó durante el siglo XIX en nuestra cultura occidental y que se expandió por todo el planeta gracias a la globalización. Hoy es un fenómeno universal que une a las personas de dos en dos, y que constituye un gran negocio para una industria centrada en las parejas y sus creaciones de nidos. 

El amor no nace, se hace: aprendemos a amar en el momento histórico que nos ha tocado, en la clase social a la que nos ha tocado pertenecer: interiorizamos la cultura amorosa en la que nacemos a través de la educación, la socialización y los medios de comunicación de masas. No se ama igual en un pueblecito de Japón que en un barrio de Montreal : el amor es un fenómeno en constante construcción que varía con las etapas históricas y épocas geográficas, y se alimenta de las culturas amorosas a las que coloniza.

La ideología que subyace al mito del amor romántico en la actualidad del siglo XXI es capitalista, colonialista y patriarcal. Es decir, que sus mensajes van dirigidos a mantenernos a las mujeres sometidas al dominio del varón, y presas de un engaño que dura hasta que maduramos o nos hartamos. Las mujeres son educadas para amar sin condiciones, en una posición de sumisión, y desde pequeñas invertimos toneladas de tiempo y energía en el amor romántico. Tanto que incluso el hombre más pobre y mísero del planeta tiene a una mujer trabajando para él y cuidándolo gratis, en nombre del amor. Son millones de horas las que dedicamos a trabajar gratis las mujeres en todo el mundo: la doble jornada laboral de las mujeres no solo es un rol femenino de nuestra cultura patriarcal, también se considera una demostración de amor hacia el marido y los hijos e hijas 

El amor también es una droga que nos tiene muy entretenidas. Nos hace pasar muchas horas soñando con el romance ideal, con la llegada de la media naranja, con el final feliz del cuento. Pero también nos hace daño, como cualquier droga, cuando abusamos de ella o nos excedemos en las dosis: el patriarcado nos quiere a todas adictas al amor romántico, y quiere que le demos prioridad a nuestra necesidad de vivir el romance por encima incluso de nuestro bienestar y nuestra salud mental y emocional.  

Cuando somos correspondidas, el amor es una de las experiencias más hermosas que podemos vivir en la vida. Si hay cuidados mutuos, respeto, honestidad, complicidad, comunicación, generosidad, compañerismo y solidaridad, y muchas ganas de disfrutar del amor, el amor es una vivencia llena de placer. Cuando podemos amar en libertad, el amor es una experiencia de liberación que nos permite disfrutar del sexo y de la vida, nos permite también ser nosotras mismas, conocernos mejor, trabajarnos por dentro, y crecer y potenciar nuestro desarrollo personal. 

El amor de pareja sólo puede disfrutarse en condiciones de igualdad, y cuando se da en un entorno libre de explotación y violencia. No nos han enseñado a tratarnos bien, a cuidarnos mutuamente, a disfrutar la relación el tiempo que dure, y a cortarla a tiempo cuando se acaba: necesitamos mucha educación sentimental, sexual y emocional para aprender a querernos bien. 

¿Por qué tanta insistencia con la pareja heterosexual y las familias felices? 

Porque las familias son las principales reproductoras, productoras y consumidoras: sostienen todo el sistema capitalista. Nos quieren de dos en dos, o de uno en uno, y nos quieren con afán reproductivo. Ahora en algunos países se permite el matrimonio igualitario y la adopción de parejas lesbianas y gays, siempre que funden una familia feliz al estilo heterosexual. 

El sexo y el amor romántico 

A las mujeres se nos educa para que no podamos separar sexo y amor romántico, y a los hombres justo para lo contrario. El mayor mandato del mito romántico es la monogamia y la exclusividad sexual y sentimental, pero es solo un mito construido para las mujeres. Los hombres siempre han gozado de una gran diversidad sexual y amorosa porque la doble moral les perdona todo. A las mujeres que gozamos de una vida sexual libre y diversa, se nos castiga rebajándonos a la categoría de “puta”, el insulto favorito de los machos patriarcales para intentar restringir o eliminar nuestra libertad sexual y amorosa.  

¿Por qué sufrimos tanto por amor? 

Porque el romanticismo y el cristianismo tienen muchas cosas en común: ambos prometen  paraísos de felicidad y abundancia, ambos exaltan el sufrimiento como una demostración de amor y una prueba de fortaleza interna. En ambos mitos hay heroínas y héroes sufridores, actos heroicos, dramas eternos, y la fe en la idea de que aunque esto es un valle de lágrimas, y lo mejor está por venir. A las mujeres nos hacen creer que aguantando y sufriendo se obtiene una gran recompensa (que te amen para siempre, que no te dejen nunca), mientras que los hombres son educados para defender su libertad, para vivir sus afectos con otros hombres y para no poner la pareja en el centro de sus vidas. El discurso romántico y el cristiano hegemónico tienen en común que ambos se dirigen a las mujeres, y ambos nos quieren de rodillas. 

Amor y feminismo

El feminismo trabaja para desmitificar el amor y construir relaciones igualitarias, sanas, libres de violencia y de dependencia. Sí es posible sufrir menos, y disfrutar más del amor. Pero hay que trabajar mucho en el ámbito educativo y en el cultural para reivindicar que otras formas de quererse son posibles, para liberar al amor de toda su ideología patriarcal, y para poner en el centro los cuidados mutuos, y los cuidados compartidos. Lo Romántico es político: el cambio tiene que ser a la vez individual y colectivo, y la revolución amorosa será feminista, o no será. 


Coral Herrera Gómez 


El Breve Diccionario de Feminismo  ya está en librerías, publicado por Los Libros de la Catarata y  coordinado por Rosa Cobo Bedia y Beatriz Ranea Triviño, junto a maestras y compañeras como Marcela Lagarde y de los Ríos, Alda Facio, Mari Luz Esteban, Nuria Varela, Silvia Buabent Vallejo, Beatriz Gimeno, Carmen Castro, Pilar Aguilar Carrasco, Mar Esquembre Cerdá, Alicia Puleo, Marian Moreno Llaneza, Laura Nuño Gómez, Luisa Posada Kubissa, Alicia Miyares, Carmen Ruiz Repullo, Henar Sastre Domingo, Victoria Sendon de Leon y muchas otras. Lo podéis comprar en papel y en ebook, en librerías y en la web de Catarata. 

31 de diciembre de 2019

Resumen de 2019 en mi blog






Este año mi blog ha cumplido diez años, y alcanzó los 6 millones de visitas, porque entrasteis medio millón de personas durante el 2019.

Ya tengo publicados 500 post, y el más leído ha sido "Los Amores Compañeros", que ha recibido veinte mil visitas.


La mayor parte de la gente que entra es de España, México, Argentina, Estados Unidos, Colombia, Chile, Costa Rica, Perú, y otros países como Rusia, Alaska o India.

Aquí tenéis los post más leídos,








Quiero dar las gracias a todas las lectoras y lectores que me visitan, que comparten en sus redes y difunden mi trabajo entre su gente, nunca pensé que alcanzaría una audiencia tan grande y tan internacional cuando lo abrí en el 2010, me dais muchos ánimos para seguir compartiendo mis escritos, ¡millones de gracias!

Coral Herrera





14 de diciembre de 2019

Así me resistí a que la maternidad fuese el centro de mi vida

Relájate, no te obsesiones, no le des vueltas: tardé un año y pico en quedarme embarazada y aquí cuento mi proceso, y cómo resistí a las presiones sociales, a la mitificación de la maternidad, al miedo a no poder tener bebés, al milagro de la ciencia, al bombardeo de publicidad de clínicas y tratamientos de fertilidad, y vi los límites a los que estaba dispuesta a llegar.

Buscando ser madre logré llegar a renunciar a mi maternidad y entender que no me faltaba nada para vivir la vida con plenitud, si acaso me faltaba tiempo. Y la maternidad en sus inicios consiste precisamente en ceder tu tiempo a vivir la experiencia de los cuidados. Pero yo ya la había vivido cuidando a mis abuelos maternos, así que no me faltaba esta experiencia. Podía buscar bebé tranquilamente, asumir que podía renunciar a la maternidad tranquilamente, y quería que mi deseo no fuera el centro de mi vida. Fue bien difícil:

Seguir leyendo en eldiario.es:

https://www.eldiario.es/nidos/Relajate-obsesiones_0_833617348.html

15 de agosto de 2019

Manual de ética amorosa para ligar en Tinder y otras redes sociales



Articulo publicado en eldiario.es:

-Todas las relaciones son amorosas, sean románticas o no, sean sexuales o no, sean reales o virtuales. Partiendo de esta base, los cuidados deben ponerse siempre en el centro: el cuidado a una misma, el cuidado a las personas con las que te relacionas.

- La base del cuidado es la sinceridad y la honestidad. Cuenta lo que estás buscando: relaciones basadas en el placer sexual o un romance en toda regla, si estás abierto o no para tener una relación sentimental, o varias, si eres monógamo o poliamoroso, si tienes pareja o estás soltero, si te apetece vivir una historia de amor alucinante, o sólo pasar ratos lindos y divertidos.

- No confundas a la otra persona: sé claro y utiliza tu asertividad. Si quieres quedar, dilo. Si no quieres quedar, dilo también. Hay que ser claro y transparente, no marear a la gente con tu indecisión.

- Trata bien a las mujeres y a los hombres con los que te relaciones. No importa si los vas a ver sólo una noche, o si os vais a ver cien noches. No importa si sólo os une el placer sexual, o si también estáis conectados emocionalmente: lo único que importa es el buen trato.

- Cuando alguien quiere ligar contigo y a ti no te gusta, que no se te olvide el buen trato. En lugar de pasar de alguien y bloquearle, hay que explicar con sinceridad cómo te sientes, y contar que no quieres hablar más, que deseas cerrar la relación, o que no quieres empezar ninguna.

- Cuando quedes con una persona en algún sitio, mejor que sea público, como una plaza, una cafetería, un centro social, un centro cultural, un bar o un restaurante, un teatro, un cine, un museo, una discoteca, un parque. A las mujeres nos conviene quedar en espacios seguros y llenos de gente. Ya habrá tiempo para buscar espacios más íntimos si os apetece a ambos.

- Misterios, los justos: la otra persona quiere saber quién eres, cómo vives, qué haces en tu tiempo libre, cuales son tus pasiones... en la primera cita todos necesitamos información para saber si nos gusta o no la otra persona, y si hay algún tipo de afinidad.

- El tiempo que estéis juntos, que sea de calidad. Para mostrar interés lo mejor es tener guardado el celular, y escuchar con atención amorosa a la otra persona, sin interrupciones ni vacíos.

- Si la otra persona se va antes de tiempo de la cita, acepta y respeta. Si te vas tú antes, el otro tiene que aceptar y respetar igual.

- Si le propones a la otra persona iros a un lugar más privado y la otra persona te dice que no, es no.

- Si te entran ganas de darle un beso a la otra persona, es importante que tengas señales muy claras sobre su nivel de receptividad. Si no sabes si la otra persona quiere, díselo con una sonrisa: "me encantaría darte un beso", o pregunta: "¿puedo darte un beso?" Si te dice no, es no.

- Estáis en el sofá y os estáis dando besos, pero cuando la cosa se pone más intensa, ella te dice que no quiere más, y entonces tienes que volver a recordarlo: "No es no". Incluso aunque estéis desnudos, o en mitad del acto sexual. No, es siempre no.

- Si vais más allá de la primera cita y estás viendo a otras personas en la misma red social, o en otras redes, hay que contarlo con naturalidad: estamos todos en lo mismo, buscando gente que nos guste, probando, y explorando. Mentir sólo sirve para crear relaciones de desconfianza que aumentan las inseguridades que llevamos todos encima, los celos y otros asuntos poco placenteros.

- No finjas orgasmos para no herir el frágil Ego del otro. Hay que hablar de sexo y crear el espacio de confianza para que podamos contar lo que nos gusta y lo que no, para compartir nuestras fantasías y nuestras apetencias, para elaborar pactos a la hora de compartir placeres de manera que ambos os sintáis a gusto.

- Hay que hablar de anticonceptivos desde la primera cita: ¿cómo vamos a evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual?, ¿cómo vamos a cuidar nuestra salud y la del otro? No le pidas a nadie que haga el amor sin protección: a las mujeres nos baja la libido cuando los hombres se niegan a usar barreras.

- También hay que pactar la frecuencia del contacto virtual y de las citas presenciales: hay gente que necesita mucha comunicación y pasa el día pegada al teléfono, hay gente que sólo se sienta una vez al día a contestar mensajes, hay gente que no usa redes sociales ni Internet... hay gente que le encanta chatear, y gente que no. Hay que sentarse a explicar qué desea cada cual, qué necesita o qué le apetece, es ideal para poder establecer el ritmo de la comunicación. Es esencial que ambos os sintáis a gusto con los pactos alcanzados.

- Si aumenta la pasión y necesitas, o la otra persona necesita elaborar pactos de exclusividad y os planteáis una relación monogáma, ojalá haya la confianza y la complicidad necesaria para poder hablar de lo que os apetece, y de cómo os sentís, y de cuándo es el momento de dejar las redes para ligar, sin sentirse obligado ni obligar a la otra persona.

- Si a la otra persona no le apetece lo mismo que a ti, hay que aceptar y hablar mucho para ver si se puede construir una relación en la que ambos estéis a gusto, o si quizás sea mejor no seguir porque ambos queréis cosas diferentes. Lo que no funciona es que uno de los dos renuncie a lo que necesita o lo que quiere, y el otro no. Es cuestión de ir negociando, y si no se llega a ningún punto, no pasa nada. Es bonito intentarlo, y de todo se aprende.

- Cuando estás en una o varias relaciones de Tinder, hay que ir midiendo los niveles de recicprocidad y correspondencia, para ver si uno se enamora demasiado y el otro no, o al revés. Porque cuando tienes claro esto, puedes cuidarte mejor a ti mismo y cuidar a la otra persona, tanto si es la otra persona la que está muy enamorada de ti, como si eres tú el que estás muy enamorado.

- Cierra las historias con elegancia, con cariño, con honestidad. Portaté bien. Que os quede a los dos un bonito recuerdo de la relación, no importa cuánto haya durado. Evita las mentiras, los engaños, los chantajes, los reproches. No desaparezcas, enfrenta la cuestión con respeto y cuidando a la otra persona: se trata sólo de decir cómo te sientes y por qué quieres dejar la relación. Respeta también la libertad de la otra persona para irse si desea seguir su camino a solas o con otras personas.


Coral Herrera Gómez


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8 de octubre de 2018

¿Por qué los hombres no entienden que "no" es "no"?




¿Por qué los hombres no entienden que "no" es "no"? En este post explico el cambio que hemos experimentado en las formas de iniciar el cortejo y empezar una relación: antiguamente las mujeres tenían que decir siempre que no, hacerse las difíciles, y hacer como que cedían sin quererlo. 

Era un sistema muy complejo porque se jugaban mucho si decían que sí: ellas tenían que "ganarse el respeto" de los hombres y parecer mujeres "decentes". Ahora en cambio, nos importa poco si parecemos o no decentes, ahora elegimos con quien queremos estar o si preferimos estar solas, somos libres para decir si o para decir no, y todo es mucho más sencillo que antes: cuando decimos si, es si, y cuando decimos no, es no. 


Gracias al feminismo, sabemos que todas nosotras podemos decir que no en cualquier momento de nuestras vidas, que tenemos derecho a vivir una vida libre de acoso y de violencia, y que merecemos el respeto de todo el mundo sin tener que ganárnoslo, sólo porque somos personas. 


Así que tomad nota, compañeros: insistir no es romántico. Si decimos No, es No. Y no hay nada que puedas hacer: si no hay deseo, si no hay ganas, si te dicen que no, es que no. 

Y punto.


La evolución del “No es No”

En la época de mi abuela, a principios del siglo XX, las mujeres tenían que “hacer como si no” para mantener su reputación de mujeres respetables. Si les gustaba un chico, tenían que disimular y esperar a que él se acercase. Si él se acercaba, tenía que hacerse “la dura”, y “hacer como que” no quería ser cortejada, para que él insistiese.

El deber de los hombres era esforzarse a ver si alguna cedía. También insistía para  probar a las mujeres que pretendía. Ellos tenían que parecer muy interesados, y muy comprometidos, aunque no fuera cierto. Las mujeres sólo podían dejar acercarse a aquel que quisiese casarse con ellas, y no podían relacionarse con otros hombres para mantener siempre su imagen de mujer virgen.

Se jugaban mucho las mujeres en esto: no podían acceder a besarse o a ir más allá de los besos porque la peor amenaza para ellas era quedarse solteras, y señaladas como mujeres fáciles. Así que, quisieran o no, tenían que hacerse las difíciles, reprimir su deseo, frenar el deseo del otro, y asumir que su vida sexual sería nula hasta el día de la boda, mientras que ellos se desahogaban por otro lado. Las que cedían a la tentación sabían cuál era el castigo: embarazo antes del matrimonio, y chico que huye despavorido porque no quiere casarse con una mujer fácil.

Esta doble moral es lo que hace que las mujeres en lugar de decir Sí, tuvieran que decir No, y resistir todo lo posible para no caer en los brazos del hombre que la deseaba y al que deseaba. Porque un buen polvo podría acabar para siempre con todo, y ser soltera en un mundo en el que las mujeres solo podían trabajar en el campo, era una condena a la pobreza y a la soledad.

Después, cuando la mujer había resistido como una campeona y había logrado el compromiso matrimonial, se encontraba con que tenía que seguir un poco en las mismas, porque los hombres desconfían de las mujeres que disfrutan mucho del sexo. Tenía que parecer como que cumplían con su obligación, que disfrutaban porque el macho era poderoso, pero no demasiado para no parecer una mujer indecente. Entonces el No a veces era No, y a veces era Si, pero resultaba complicado para los hombres entenderlo, y más teniendo en cuenta que para ellos las mujeres eran cosas, y estaban ahí disponibles para ellos. El acoso sexual estaba romantizado, y sigue estándolo en las películas: el insistente siempre acaba logrando su objetivo, derribando los muros de la princesa que se resistía al amor con su paciencia y perseverancia.

Hoy en día las cosas han cambiado mucho. 

Ahora las mujeres ya podemos decir No cuando queremos decir que No. Pero los hombres siguen sin entender ni asumir el No y el rechazo en alguien que se supone que “en el fondo” lo está deseando. Hemos vivido muchos siglos en esa doble moral que nos hace a las mujeres tener que estar siempre disponibles a los reclamos del macho pareciendo que no queremos hacerlo, pero queriéndolo mucho. Muy en “el fondo”.

Ahora cuando queremos hacer el amor decimos Sí, o lo proponemos, sutil o abiertamente. Y cuando decimos No, es que no queremos.

Lo explicamos una y otra vez, pero en el imaginario patriarcal persiste la idea de que a las mujeres cuando nos fuerzan, “en el fondo” estamos disfrutando. Piensan que nos gustan las violaciones, pero hacemos como que no para no parecer ninfómanas. Piensan que lo que queremos las mujeres es hacernos desear, y que basta con insistir. Piensan que  tenemos el Ego muy grande y necesitamos muchos piropos, pero que en realidad estamos deseando ceder y entregarnos a los reclamos sexuales o románticos del otro.

Sabiendo entonces de donde viene esta confusión, ahora ya podemos todos tenerlo claro: en el siglo XX cuando una mujer quiere tener relaciones contigo, las tiene, y las disfruta sintiéndose libre. Cuando una mujer no quiere tener relaciones contigo, no las tiene, y lo dice sin miedo y sin culpa: no quiere.

No quiere, y no querrá más adelante, y no te pide que te esfuerces para seducirla con el manual de las frases bonitas. 

No quiere, y punto. Es un ser humano libre como tú.

Es bien sencillo, sólo hay que respirar hondo y empezar el proceso de aceptación: no quiere, y no puedo hacer nada más que respetar que no quiere. Lo he intentado, me he mostrado interesado, pero me ha dicho que no quiere, y no tiene que darme más explicaciones: no quiere, y punto.

Si te fijas en el contexto, es fácil de entender por qué hay que creer a una mujer cuando dice que no.

Ahora no nos importa la reputación, elegimos con quién queremos acostarnos, con cuántos, y cómo queremos hacerlo. Elegimos si queremos pasar una noche loca o si queremos una relación duradera, elegimos cuánto dura esa relación, y ya no tenemos que parecer mujeres asexuales para que nos respeten.

No tenemos ninguna necesidad de ocultar que nos gusta el sexo y cómo nos gusta, ni con qué frecuencia lo practicamos, así que cuando queremos lo hacemos. 

Y cuando no queremos, no lo hacemos.

Y siendo todo tan simple, es más fácil entender que ahora todos somos libres para decir sí o no, para coquetear un rato o llegar al encuentro sexual si la cosa fluye, para parar cuando ya no nos apetece o cuando no estamos disfrutando. Y de este modo disfrutamos todos y todas: no hay confusión ni malentendidos posibles, no hay un doble discurso. No es no.

Queridos compañeros, no hay necesidad de perder el tiempo y las energías en alguien que no te corresponde. No hay por qué hacer el ridículo ni enfadarse: si no conectas con alguien, no hay por qué insistir. 

Ninguna mujer te debe nada: si le gustas, estará contigo, y si no le gustas, no.

Recuerda que si no hay reciprocidad , ninguna relación funciona. El sexo, los afectos y los cuidados, deben ser siempre mutuos. Si no son mutuos, son abuso, explotación y violencia. 


Coral Herrera Gómez 

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