30 de agosto de 2011

"El futuro es Queer"



Vivimos en un mundo marcado por la desigualdad y las jerarquías. En Occidente, el capitalismo, la democracia y el patriarcado han impuesto la división del mundo en grupos y subgrupos con diferentes grados de poder que se diferencian entre sí por categorías abstractas como el género, el idioma, la raza, la clase socioeconómica, la religión, etc. A base de etiquetas, los humanos nos clasificamos para diferenciarnos unos de otros y establecer posiciones de superioridad e inferioridad en forma piramidal, por eso en el libro “Más allá de las etiquetas”  defiendo la idea de que el futuro no consistiría en anular las diferencias, sino tomar conciencia de que éstas nos enriquecen, integrarlas como elemento de conexión, unión e igualdad.

“Ir más allá del género puede salvarnos no sólo de las jerarquías de género, sino también de otro tipo de categorías que, más que unirnos, nos desunen”

Creo que el futuro es queer, y creo que su propuesta teórica y política de transgenerizar la realidad, ir más allá del género, puede salvarnos no sólo de las jerarquías de género, sino también de otro tipo de categorías que, más que unirnos, nos desunen. En la actualidad posmoderna se nos han venido abajo muchos esquemas que antaño parecían estructuras sólidas y que hoy no se sostienen por sí solas. No sé si algún día todos los estereotipos y roles patriarcales se vendrán abajo (tanto a nivel sociopolítico como a nivel simbólico), una vez deconstruidos teóricamente, pero sí creo que el patriarcado está diluyéndose lentamente, al menos en las estructuras sociopolíticas.

Poco a poco, la gente está escogiendo unos caminos más abiertos, plurales y móviles para ser y para relacionarse. Las identidades posmodernas son cada vez más cambiantes; pese a la americanización de la cultura (término que utiliza Romá Gubern para hablar de la globalización), creo que estamos viviendo procesos de resistencia contracultural que permiten la fusión y la hibridación de formatos, de estilos de música, de corrientes artísticas, de teorías y de géneros. Por esto creo que en el futuro las diferencias tendrán más que ver con el status socioeconómico y factores como la personalidad, los gustos y aficiones, las costumbres o la profesión.

Estamos hablando de los países desarrollados y democráticos, obviamente. Y dentro de ellos, me refiero concretamente a la pluralidad de identidades de los habitantes de las capitales del mundo, que viven en islas de posmodernidad individualista y consumistas donde el anonimato y la libertad de movimientos es mucho mayor que en el mundo rural, en el que aún prevalecen códigos de la tradición patriarcal más misógina.

Creo que sólo cuando el código negativo deje de ser lo femenino, los hombres podrán adquirir cualidades, gestos, maneras y formas de relacionarse más “femeninas” sin miedo a perder su identidad personal, pues ésta ya no estará basada tanto en la virilidad como en otros factores. Las mujeres también podremos situarnos en el estar frente al ser, es decir, cambiar nuestra orientación sexual o performatividad de género y adoptar otros roles, otras actitudes vitales intermedias, moviéndonos en ellas a nuestro antojo.

Esto liberará enormemente nuestras relaciones porque dejaremos de ser unos y otras, para fusionarnos en una especie de arroba simbólica que incluya todas las identidades en sus diferentes etapas, todas las sexualidades sean normativas o no, todas las posibilidades de ser, de darse y de relacionarse.

“En lugar de buscar nuevas formas de clasificación, tenemos que lograr deshacernos de las etiquetas y buscar en la indefinición todas las posibilidades que se nos ofrecen cuando salimos del mundo bicolor pensado en dos dimensiones”

Hasta entonces, hacer el camino consistirá en derribar todos los supuestos patriarcales que refuerzan las categorías de género y la división del mundo en dos polos opuestos. Para ello tendremos que seguir analizando los mitos de nuestra cultura patriarcal, y será necesario deconstruir los estereotipos, destripar la clave de los roles, cuestionar las ideas y los hechos dados por supuestos, y explicar la forma en que los condicionamientos patriarcales influyen en nuestra identidad, nuestra sexualidad y nuestras emociones.
Identificando el modus operandi de esta ideología hegemónica podremos poner en cuestión qué es la normalidad y qué es la desviación, a quién le interesan las jerarquías que generan desigualdad, y qué beneficios obtenemos hombres y mujeres con la eliminación de esta categoría binaria hombre-mujer de corte esencialista que no es universal, ni eficaz para explicar la complejidad humana.

En lugar de buscar nuevas formas de clasificación, lo que tenemos que lograr es deshacernos de las etiquetas y buscar en la indefinición todas las posibilidades que se nos ofrecen cuando salimos del mundo bicolor pensado en dos dimensiones. En el área de la sexualidad ocurre lo mismo: es hora de superar la genitalidad, de dejar de rendir culto al falo, de exigir eyaculaciones completas y orgasmos contabilizados… es hora de explorar el cuerpo, de ampliar el erotismo y expandirlo por toda la piel.

“Asumir que lo personal es político es reivindicar la experimentación con nuestros cuerpos e identidades; es dar paso al poder del deseo, de la imaginación y del juego, necesarios para lograr una sociedad más justa, libre e igualitaria.”

Y para ello tenemos que dejar de pensar en lo que deben de ser los hombres y las mujeres en la cama; es mucho más divertido intercambiar roles, rebasar los límites impuestos, dejar de diferenciar entre amor y sexo, incluir la ternura en la aventura ocasional, atrevernos a expresar emociones, aunque el patriarcado nos diga que unos no lloran y las otras son de lágrima fácil.

Las identidades y los cuerpos han de poder ser explorados fuera de las cadenas del mundo bidimensional que contempla la realidad en blanco y negro.

Atreverse a superar las categorías ontológicas que nos definen y nos otorgan un papel concreto en la sociedad supone poder reinventarse las veces que un@ quiera, y ampliar el horizonte mental para poder abarcar el mundo sin prejuicios y sin miedos, de una manera mucho más enriquecedora y compleja que hasta ahora.

Si vamos a conseguirlo o si el patriarcado seguirá inscrito en nuestros cuerpos, manejando nuestras emociones y deseo, coleteando unos siglos más, es algo que no sabemos; pero tenemos que ponernos ya a la tarea para dejar atrás el pasado y dar paso a lo nuevo, a través del afán revolucionario y la alegría de vivir.

Asumir que lo personal es político es reivindicar la experimentación con nuestros cuerpos e identidades; es dar paso al poder del deseo, de la imaginación y del juego, necesarios para lograr una sociedad más justa, libre e igualitaria. Las etiquetas impuestas desde arriba no son sino expresiones del miedo de la sociedad a lo diferente y al caos; por eso frente a la rigidez de la definición proponemos la flexibilidad de lo ambiguo, la aventura de la incertidumbre, y la necesidad del cambio.

El camino es la búsqueda: el ser humano es un ser que busca la aventura y la novedad, que le encanta hacer frente a los desafíos, que lucha por mejorar sus condiciones de vida, que necesita escapar de la prisión del presente a base de multiplicar realidades en una suma enriquecedora y no excluyente.

Dejémonos, pues, llevar por nuestra naturaleza deseante y nuestro insaciable afán de aventuras y retos para probar nuevas formas de ser, de quererse, de estar en acción. Yendo un poco más allá de las normas, rompiendo verdades dadas por supuesto, explorando nuevos caminos, deshaciéndonos de las etiquetas…


Coral Herrera Gómez

Artículo publicado en Pikara Magazin el 11 de Abril de 2011: http://www.pikaramagazine.com/?p=2775


Para leerlo en francés: "El futur est queer",
 trad. Babeth Genais.

24 de agosto de 2011

Amores Sin Sexo







“En las contradicciones de la sociedad individualizada, la relación con el otro género se convierte muchas veces en motivo de dolores y heridas. Para cuidar la economía del presupuesto psíquico los hombres y las mujeres empiezan a desarrollar estrategias para disminuir el riesgo, o sea, formas de comportamiento que incorporan intentos de autoprotección. Señales evidentes de ello se observan en gente que tiene miedo a comprometerse, y sostienen una desconfianza frente a cualquier forma de vincularse, 
pues quien de entrada no quiere concebir grandes esperanzas no sufrirá grandes decepciones” 
(Elisabeth y Ulrick Beck)



Las relaciones amorosas sin sexo son estrategias para sobrevivir en un mundo individualista en el que todo el mundo se organiza de dos en dos. La pareja heterosexual tradicional es el modelo que la mayor parte de la gente sigue, de modo que los y las que no tienen pareja acuden a los eventos sociales y su soledad se hace más evidente, sea o no elegida.  En los actos sociales, bodas, entregas de premios, cenas de navidad, comidas familiares etc. la soltería se nota porque los espacios y la estructura del evento están hechos para las parejas heterosexuales: todos se sientan junto a la pareja, y lo que se hace es tratar de juntar a los solteros a ver si abandonan su cruel condición.

En este mundo de dos a dos, sin embargo, es cada vez más común que establezcamos alianzas de cariño y ayuda mutua para hacer frente a la soledad con personas con las que no establecemos vínculos eróticos, sino afectivos. Gente a la que queremos, con la que nos gusta compartir nuestro tiempo, con la que tenemos una relación sincera y profunda. Puede ser un ex novio, una cibernovia, un amigo homosexual, una compañera de trabajo, un futuro amante, un grupo de gente de tu infancia.


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